Reflexiones acerca del propósito
de Dios con la Iglesia.
Edificando la casa
Roujet Fuchs (Brasil)
Lecturas: Hageo 8:1; Prov. 9:1;
Hab. 2:13-14; Jer. 31:31-34; Ef. 3:14-19.
Permean la historia de la humanidad dos
corrientes, totalmente antagónicas entre sí. La primera, obviamente, es la línea
del propósito eterno de Dios: Aquella mujer que, al ser creada en Génesis, se
perdió en Adán, y a lo largo de la historia, el Señor, misericordiosamente, ha
preparado su recuperación.
Es
obvio que Dios no está recuperando a Adán. Es interesante que podamos hablar de
esa línea histórica del propósito de Dios. Hoy tenemos un hecho delante de
nosotros: Una mujer que está en el desierto, encinta, lista para dar a luz un
hijo. Y existe también, paralelamente a esto, una serpiente que comenzó allá en
el Edén, y que aparece otra vez en Apocalipsis como un gran dragón.
Allá en el mismo inicio del Génesis, el
Señor Dios habló que esa serpiente se alimentaría del polvo, y parece que
realmente a lo largo de la historia, ella se ha alimentado mucho, porque ahora
ya es un dragón, con siete cabezas y diez cuernos. Y los ojos de la humanidad
están puestos en ese dragón, porque él llama mucho la atención.
Con
el avance de la tecnología, muchas cosas han asombrado a la humanidad, y la
humanidad ha puesto sus ojos allí. Pero ¿quién va a poner sus ojos en una mujer
que está con dolores de parto, en el desierto? ¡El Señor de los ejércitos! Allí
están los ojos del Señor. Según los textos sagrados que estamos leyendo aquí, él
está acompañando de cerca, a lo largo de la historia, todo el proceso de esa
mujer que está para dar a luz al Hijo de Dios.
Subiendo al
monte
Vamos a ir al
libro de Hageo, como el libro de la restauración, un libro dirigido en especial
a aquellos que comenzaron a edificar. Estos, que comenzaron a edificar, son esa
mujer que está en el desierto para dar a luz al hijo varón.
Entonces, para
nosotros, para el tiempo que estamos viviendo, Hageo es un libro especial. Un
libro que nos toca, nos sacude, y nos despierta. Porque aquel dragón continúa
avanzando, de forma paralela – claro está. Y nosotros sabemos que, cuando nazca
el hijo de esta mujer, el dragón estará allí, y no sólo se va a oponer al hijo
cuando nazca. Él ya se opone ahora, para que el niño no nazca. Él no quiere la
expresión de Cristo en la iglesia; no quiere que los principados y potestades en
los cielos vean la manifestación de la gloria de Dios en Sus hijos. ¡Ah, estamos
en guerra, hermanos! Existe un dragón contra nosotros, pero, a favor de
nosotros, está el Señor de los ejércitos.
En este libro
de la restauración comenzamos a ver la expresión «el Señor de los ejércitos», y
la necesidad de esta expresión; y no sólo de la expresión, sino de la Persona
que está detrás de esta expresión.
También vemos
la cuestión de la necesidad de prioridad, porque era exactamente esa dificultad
que los israelitas estaban teniendo. Ellos perdieron el propósito, y comenzaron
a envolverse con sus propias cosas; y no sólo se envolvieron con sus cosas,
también comenzaron a recoger los frutos de ese envolvimiento. Entonces, aquel
que ganaba un buen salario, recibía su salario en un saco roto.
Si ponemos el
énfasis en el lugar errado, podemos recoger los mismos frutos. Los más jóvenes,
principalmente, que creen que la universidad les dará una buena vida en el
futuro. Voy a ir despacio aquí. No estoy contra la universidad; el asunto es que
si tú pones el énfasis en el lugar equivocado, tú, que eres un ser que ha nacido
de nuevo, no sirves para dos cosas; no sirves para el sistema del mundo. Si tú
vas a él, él te echará fuera de allí. Tú sabes de lo que estoy
hablando.
Entonces
construimos la idea de que vamos a tener una buena vida aquí, y sí, podemos ir
al culto el domingo en la mañana, quizás hacemos un servicio allí, y damos el
diezmo. Todo eso está bien. Pero nosotros no fuimos creados para eso; fuimos
creados para la gloria de Dios. Fuimos creados para que Cristo sea todo en
todos.
Entonces, en
el versículo 8 del capítulo 1 de Hageo, encontramos una expresión importante;
para mí, una de las más importantes cuando se habla de la edificación de la casa
de Dios. «Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella
mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová».
«Subid al
monte». Ese es el corazón del asunto, porque nosotros sabemos que este monte
representa a nuestro Señor. Es un camino de subida, un camino que nuestra carne
no va a querer. Sin embargo, no existe edificación si no hay monte. Si no hay
camino sacerdotal de entrada, no habrá camino del Reino a Su retorno.
Aquel
sacerdote que entraba al Lugar santísimo, el sumo sacerdote, estaba en la
presencia de Dios, y cuando él salía, ya tenía edificada en él la voluntad de
Dios para el pueblo. Dios necesita tenernos en Su presencia. Para mí, es el
camino más difícil para los cristianos; es el más difícil para mí. Es un camino
de subida, porque nuestra carne no quiere ese camino, porque la guerra de la
cual hablábamos la vez pasada se traba precisamente en este punto.
El diablo no
es el gran problema, ni siquiera el mundo; somos nosotros mismos. Porque Dios
está en nuestro espíritu, mas la edificación de la casa es cuando él sale desde
el espíritu hacia el alma. Pero el alma no lo quiere a Él; ella quiere las cosas
del mundo; hay una relación estrecha entre lo que está dentro y lo que está
afuera. Lo que está afuera nos llama. Hay ese tridente contra nosotros: la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos, la soberbia de la
vida. Allí está establecido el campo de batalla, aquella línea a la que me
refería del dragón y de la mujer en la historia.
Uno no puede
edificar con el material de otro. Lo que está en nuestra carne es perverso, y no
sólo el aspecto negativo; los aspectos positivos son los más peligrosos. Y ese
rico acervo que tenemos en la carne, es el que quiere edificar la casa de Dios.
Pero aquellas corrientes son antagónicas entre sí. La mujer no puede dar nada al
dragón, y el dragón no le puede dar nada a la mujer. Lo que es propio del dragón
es propio del dragón; lo que es propio de la mujer es lo que es propio de la
Trinidad.
Ahí está el
campo de batalla: en las emociones, en la mente, en la voluntad. Ese príncipe
del aire que pasa por ahí, a veces coloca algo en nuestra cabeza, y por no estar
nosotros en el monte, pensamos que aquello empezó en nuestro propio
entendimiento. Pero eso fue una semilla del maligno, y comenzamos a desenvolver
a partir de allí, y de aquí a poco tiempo tenemos un gran árbol, y nos hacemos
un gran problema.
Sólo es
posible conocer o discernir lo falso cuando conocemos lo que es verdadero. Hay
mucha gente que está enredada en medio de la iglesia, porque no está en el
proceso de edificación. Hermanos, no imaginen que sólo porque ustedes tienen
vida eterna en el espíritu, ustedes ya están siendo edificados en su alma. Si tú
estás utilizando material del viejo hombre, esa no es la edificación legítima de
Dios; es una edificación contra Dios. Y en un día determinado, con apenas un
soplo de su boca, todo eso será deshecho.
Entonces, este
es el momento de estar muy atento a con qué tipo de material nos estamos
involucrando. Si estamos en la edificación de la Casa, necesitamos comprender
que hay una extrema necesidad de estar a los pies del Señor Jesús. Y eso no
puede ser sólo una teología; eso necesita ser algo vivido entre
nosotros.
Tú no
necesitarás hablar. Las personas van a llegar, y lo van a ver. Porque aquellos
que andan con el Señor, aquellos que lo miran a él, tienen impresa en sus
rostros Su propia imagen, la imagen de él. La gente puede hablar mucho; nos
podemos esconder detrás de nuestro carácter, o esconder nuestro carácter; mas lo
que tú hablas, lo que yo hablo, no puede edificar a nadie, no puede dar vida a
nadie. Porque la vida está en el Espíritu; la vida no tiene fuente en el alma,
la vida no tiene fuente en la carne. La fuente de la vida es nuestro Señor
Jesucristo, que está en nuestro espíritu.
El momento en
que estamos con él es el momento en que podemos expresarlo. Por eso fuimos
hechos a su imagen y semejanza. Precisa ser proyectada una imagen, y es la
imagen del Hijo. Por eso, él nos dio una semejanza, nos dio un espíritu, porque
él es espíritu. Él no circula por nuestras vías; él no está en nuestra vida
biológica, en nuestra carne. Él está en nuestro espíritu.
La edificación
de la casa de Dios comienza en el monte; la edificación de la casa de Dios
comienza en el Espíritu.
La
Sabiduría labra sus columnas
Vamos a
Proverbios capítulo 9. Nosotros sabemos que el capítulo 8 de Proverbios, en su
segunda parte, a partir del verso 22, habla de la sabiduría. Sabemos que esa no
es una sabiduría terrenal; es la sabiduría de Dios. Es la sabiduría
personificada. Aquí es una persona –nuestro propio Señor. Y al iniciar el
capítulo 9, comienza diciendo: «La sabiduría edificó su casa, labró sus siete
columnas». La sabiduría ya edificó su casa, ya labró sus siete columnas. Hay
siete columnas principales que aparecen en Proverbios, y están totalmente
ligadas con este asunto de la edificación de la Casa.
Si estamos
involucrados en la edificación de la Casa, necesitamos estas siete columnas
principales. Porque si usted levanta una pared lateral, y no existen dos
columnas, una a cada lado, esa pared, con un poco de viento, puede caer. Es
interesante que las siete columnas en este libro siempre aparecen en relación
con la sabiduría. Y nosotros sabemos que la Sabiduría es una persona.
Acompáñenme,
por favor, al versículo 10: «El temor de Jehová es el principio de la
sabiduría». El temor del Señor es una columna. Eso está relacionado con la
sabiduría. No es que un sabio tiene temor. El asunto es que la Sabiduría, esa
Persona, labra en esa casa el temor del Señor. Por eso el capítulo 9, al inicio,
dice que la sabiduría ya edificó su casa y ya labró sus siete
columnas.
En Brasil, y
creo que aquí también, cuando los constructores civiles hacen una columna,
utilizan una especie de caja de madera, que tiene fierros por dentro en su
estructura, y después colocan el concreto. Después le quitan esa horma, y ahí
está la columna lista. Ah, hermanos, cuántos queremos hacer la misma cosa en la
casa de Dios. En la casa de Dios el asunto de la columna es mucho más
serio.
El asunto en
la casa de Dios no es cuestión de horma. Muchas personas quieren poner una
horma, algún modelo, alguna manera, en la carne. Mucha gente, por no tener
visión, quiere hacer de la casa de Dios una caja de zapatos. Sin embargo, los
textos que tenemos aquí nos muestran que Dios labra columnas. La Sabiduría ya
edificó su casa, y ya labró sus siete columnas. ¡Ah, por eso es que el proceso
es doloroso!
Nosotros
pensamos que el temor de Dios es sentarse, cruzar las piernas e inclinar la
cabeza. No, eso no es asunto de moldes; es asunto de labrar. Y tampoco es asunto
de hombres labrando.
La Casa no se edifica para la Casa
Vamos a
Habacuc, por favor. Estamos hablando de aquella relación que es altamente
necesaria para la edificación de la casa: Subir al monte. Habacuc 2:14: «Porque
la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas
cubren el mar». ¿En qué consiste la edificación de la Casa? En que seamos llenos
de Él. Ah, por eso la necesidad de subir al monte. Porque él es la fuente. No es
una cuestión de hablar acerca de él, no es cuestión de hablar sobre las
doctrinas acerca de él – es una cuestión de estar con él, de vivir con él, en
unión con él.
Aquella
escalera de Bet-el, por la que descendió nuestro Señor y llegó hasta nosotros,
que estábamos muertos en nuestros pecados … Mas, él hizo aquel trabajo tremendo
por nosotros, y ahora nos llevó juntamente con él. Y nos hizo subir aquella
escalera, y nos sentó en lugares celestiales. Nosotros no tenemos necesidad de
salir de allí; la iglesia no necesita salir de allí. El problema de la iglesia
es que se sale de ahí. El punto de enfoque fundamental de todo lo que estamos
viviendo en la tierra, y parece que no vamos a tener otra experiencia; todas las
experiencias están ligadas a este mismo punto. Todas nuestras derrotas, e
inclusive las victorias, todo se relaciona con ese punto.
¿Cuál es el
punto? Estar con Él. Tú tomas a un hermano que ya tiene cierta edad, que ya
tiene cabellos blancos, y le preguntas: ‘Hermano, ¿cuál es el asunto de Dios a
lo largo de la historia de su vida, cuál fue su experiencia?’. (Yo ya tuve esa
experiencia con hermanos más viejos). ¿Y sabes lo que ellos responden? ‘Jesús es
muy bueno, hermano’. Ellos no traen teologías complejas. Cuando nos aproximamos
a ellos, nosotros pensamos así: ‘Ah, ahora lo voy a estrujar’.
Aquel camino
del hermano más viejo, todo lo que él ganó de Cristo, lo ganó en el camino. La
gente quiere acortar ese camino, encontrarnos en él ya en el frente, pasar
rápido, y poner la pierna por delante de otro para que no pase, porque si él nos
transmitiera esa información, vamos a ser tan espirituales como él. El asunto es
que no queremos todo el camino, y todo lo que se aprende, se aprende en el
camino.
«Porque la
tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová…». No es que Dios esté
en un lugar y su gloria esté en otro lugar. Donde él está, está su gloria. El
asunto es que nosotros no vemos esa gloria. ¡Ay, hermanos!
Él dice que la
tierra será llena del conocimiento de la gloria. Yo les confío, hermanos, que él
está utilizando este vaso llamado iglesia para llenarlo de sí mismo, y a partir
de ese vaso, pueda rebalsar de él, a fin de que todos alrededor de él puedan ser
alcanzados. No se imaginen que la edificación de la casa de Dios es una cosa
vuelta hacia la propia Casa. La edificación no tiene como centro la propia
Casa.
A veces somos
muy domésticos. Yo, por ejemplo, soy muy doméstico. He sufrido un poco aquí en
Colombia. He dormido un poco. Mas, ¿por qué será eso? He echado de menos los
frijoles. Pero, ¿sabes qué es eso, hermano? Una figura maravillosa. Dios nos
quiere sacar de lo doméstico. La gente quiere quedarse sólo con su castillo
santo, quiere la iglesia edificada para nosotros mismos. Ah, porque si los
hermanos son edificados, qué maravilloso es. Van a acabarse entre nosotros los
problemáticos, será una maravilla para nosotros.
Dios no está
edificando una Casa para la propia Casa. Dios quiere dar un testimonio a los
principados y potestades en el cielo, de quién es él. La Casa es edificada
porque la ciudad precisa ser alcanzada. Este también es uno de los puntos de la
necesidad de la edificación de la Casa en el tiempo en que estamos viviendo.
«Porque la
tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová…». Si esa Casa tiene
que ser llena, a fin de que la tierra también sea llena, el Señor necesita
mostrarnos un camino. Y he entendido, juntamente con otros hermanos, que no
habrá edificación de la Casa, si no hay subida al monte, no habrá conocimiento
de la gloria si estamos apartados del monte. Él se manifiesta ahí; su nombre
está ahí, su gloria está ahí. Nosotros necesitamos también estar ahí.
Del
espíritu al alma
Jeremías
31:31-34. «He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto
con la casa de Israel y con la casa de Judá… Este es el pacto que haré con la
casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y
la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano,
diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de
ellos hasta el más grande, dice Jehová…».
¿Viste la
relación de lo que vimos en Habacuc, y lo que ahora vimos en el versículo 34?
Dice él que nadie más le dirá a su hermano que debe conocer al Señor. ¿Y por
qué? «…porque todos me conocerán…». Esa es una profecía que tiene cumplimiento
en el Nuevo Testamento. Todos le conocerán. La Casa será llena de su
gloria.
Pero en el
verso 33 nos da el camino, el entendimiento de cómo es que Dios está haciendo
eso. Eso no es sólo algo que Jeremías profetizó y que en un determinado tiempo
específico del Nuevo Testamento se iba a cumplir. No, existe un proceso desde la
profecía hasta su cumplimiento. Entonces, ¿cuál es el asunto? Para que seamos
llenos del conocimiento de su gloria la clave es el verso 33.
Dice mi
versión portuguesa de la Biblia: «Pondré mi ley en su interior, y la escribiré
en su corazón».2 Nosotros sabemos que el interior es donde está el espíritu, y
sabemos que la ley de Dios es aquello que es propio de Dios. A veces tenemos la
idea errada de que la ley de Dios es una serie de exigencias que él nos hace. Es
verdad, también tiene ese aspecto. Mas, ¿sabes por qué Dios exige en el Antiguo
Testamento? Porque aquello que él le pide al hombre es aquello que es propio de
Él. Cuando le dice al hombre: «No matarás», es porque Él no es
homicida.
Entonces, la
ley de Dios, que está dentro de Dios y hace la naturaleza de Dios, se torna
ahora ley para el hombre que es su criatura. Mas, el hombre cayó, y ahora tiene
una carne terrible, y ahora no consigue… Por eso vas a ver en Romanos capítulo 7
la crisis que Pablo está viviendo. ¿Por qué él está viviendo aquella crisis?
Porque es un hombre que tiene conocimiento de la ley de Dios, mas él comenzó a
aprender que la ley de Dios que estaba afuera no puede ser cumplida sólo por la
ley del conocimiento.
Pero en este
versículo estamos viendo que el Señor está diciendo que pondría la ley no sólo
en el lado de afuera: la colocaría dentro de nosotros. Él viene a habitar con
todo aquello que él es, en nosotros, dentro de nosotros. No podemos perder de
vista eso. Nosotros sabemos que él no está haciendo una casa con un crucecita
encima. Pero tú sabes, tú has visto, tú tienes contacto con él desde el
espíritu. Tú tienes conocimiento de que él está en tu interior. Y no solamente
un conocimiento intelectual, sino un conocimiento experimental.
Todos nosotros
queremos edificar la casa de Dios; pero muchas veces no sabemos dónde comienza
ese proceso. Toda la riqueza de él, hermanos, está en nuestro espíritu. El Señor
habló y dijo: ‘Yo sé lo que voy a hacer: Voy a colocar mi ley dentro de ellos.
Ya no voy a hacer exigencias desde el exterior. Yo mismo me voy a colocar
adentro de ellos’.
Él dice: «…la
escribiré en su corazón». Ah, vamos a disculpar a los hermanos psicólogos.
Reconocemos que la psicología cristiana tiene su lugar. Pero el asunto es desde
el espíritu. El hombre no puede hablar de sí mismo a partir de sí mismo.
Solamente en una actitud espiritual, en contacto íntimo con Él, con esa ley, con
nuestro propio Dios interior es que nuestro corazón y toda nuestra alma comienza
a ser ganada. Esa es la edificación de la casa de Dios.
«…la escribiré
en su corazón». Es interesante que él coloca la ley en el espíritu. Él no sólo
escribe; él coloca. Mas en el corazón, él escribe; porque el corazón está
hablando a nuestra alma. La salvación es solamente por gracia, mediante la fe. Y
él nos da su espíritu. Mas, en relación al alma, él necesita escribir. Y ahí
está el campo de batalla, ahí es donde se establece la guerra. Ya no es sólo una
cuestión intelectual, ni una cuestión filosófica, no sólo una cuestión de una
buena palabra. Es una cuestión de un camino estrecho, que sólo individualmente,
cada uno de nosotros, podemos conocer.
Mi impresión
es que cada vez que tú ves la cruz en la Biblia, está siempre acompañada del
Espíritu. A veces nosotros queremos que los hermanos tengan la cruz primero.
Porque eso nació en la gente; la gente quiere esforzarse hasta para recibir la
cruz, y para negarnos a nosotros mismos. No; eso no es así. Nosotros vamos a
necesitar de la ayuda de él. Eso es un atentado contra la vida, la vida
antigua.
El hombre no
nació con la capacidad de negarse a sí mismo; él nació para imponer su manera.
¿Ya viste que el problema de la iglesia también es éste? Hay personas que tienen
su manera y quieren imponer su manera. Ellas no consiguen recibir las otras
maneras. Hay hermanos entre nosotros que son muy tranquilos, y otros que son más
activos. Pero en ambas vidas, el Señor tiene lugar.
Nosotros
tenemos que entender que este es un asunto de mutualidad. No es asunto de
nosotros ejercitar nuestras maneras y hacer que los demás se sometan a nuestras
maneras. El Señor es un Cuerpo formado por muchos miembros. Y Cristo habita en
todos sus hijos. Y cada uno tiene una porción especial de Cristo que ofrecer.
Guárdate del complejo de inferioridad. ‘Ah, porque como yo no soy igual a Fulano
…’.
Tú eres
miembro del cuerpo de Cristo. No aceptes esas sugerencias del diablo, porque si
las aceptas, puedes estar enterrando tu talento, y Alguien te va a pedir cuenta
por eso. Todos somos iguales. Amén. ¡Somos uno en Cristo Jesús! ¡Bendito sea el
nombre del Señor! No hay lugar para individuos. El tiempo de Moisés pasó, el de
Isaías pasó, el de Jeremías pasó. Ellos eran siervos de Dios, pero muy enfocados
individualmente.
Sin embargo,
el propósito de Dios desde la eternidad, fue el de una Casa edificada con su
nombre, y esa casa es el cuerpo de Cristo, y nosotros somos sus miembros, cada
uno en particular.
Una de las
cuestiones más importantes en el proceso de edificación es que cada uno de
nosotros tenemos responsabilidades en ese proceso. La Casa es edificada en la
medida que tú, individualmente, eres edificado.
Eres como este
vaso, que no puede dar agua para afuera, porque tiene poca agua. Es una figura
parecida con la cuestión de los corintios. Pablo dice: «Les di leche; no podía
darles alimento sólido, porque no lo soportarían».
Es decir, a
veces nosotros tenemos un propósito muy grande para mostrar a los hermanos del
propósito de Dios. Pero nuestra estatura es pequeña; entonces, se torna
incompatible con el propósito que oímos. Por eso Pablo está diciendo que cuando
él era niño, pensaba como niño, y cuando llegó a ser grande cambió sus ropas. El
propósito sería como las ropas. A veces tenemos ropas más grandes que nosotros.
Nosotros crecemos poco, mas el propósito que oímos en el campamento es muy
grande, y no es compatible, y no va a ser práctico.
El modelo está
aquí. Si tú quieres que el agua desborde, si tú quieres vivir una vida madura
dentro de un propósito grande del corazón de Dios, el vaso tiene que ser lleno.
Si la iglesia no crece, individualmente primero –porque usted no tendrá lo
colectivo sin individuos; el colectivo es el conjunto de los individuos–
entonces necesitamos crecer individualmente, y a medida que vamos creciendo,
cuando llegamos al borde, entonces comienza a desbordar.
Cuando tú
tienes vida, no sólo en el espíritu, sino vida formada en el alma, la iglesia
comienza a recibir edificación también. Entonces, el propósito de Dios es
edificarte a ti primero, para que tú puedas trabajar la obra de tu
ministerio.
Nosotros
hablamos así: ‘Bueno, somos la iglesia, el cuerpo de Cristo. Somos muchos
miembros’. Y leemos Efesios capítulo 4, y allí dice que tenemos que hacer así,
dar trabajo a los hermanos, y cada uno hace una cosa. Y así la iglesia está
siendo edificada. Pero, ¿con qué tipo de material es esa edificación? Tú hallas
que para hacer alguna cosa en la casa de Dios, si eso comienza en tu propia alma
o en mi alma, ¿crees que eso puede realmente ser llamado edificación de la casa
de Dios? Edificación en la casa de Dios es cuando este vaso rebalsa. Su función
aparece, para gloria de Dios, cuando tú desbordas, lleno de Él.
El asunto es
el espíritu, hermanos; el asunto es interior. No te quedes mirando sólo la paja,
mirando sólo lo que está afuera. No te quedes en el estereotipo, no te quedes en
la superficie. Yo necesito, tú necesitas, una comunión íntima y profunda con Él,
para que podamos ver este asunto por dentro. Este es un asunto misterioso, es un
asunto enigmático. Ese asunto no está allá en la esquina. Él no está en
cualquier lugar, él no está en movimiento. No está en si tú te sientes
espiritualmente adecuado o si eres muy extravagante en tu manera de ser. Eso
nunca es vida. Vida es Cristo, hermanos, en nuestro espíritu, queriendo ganar
nuestro corazón, queriendo invadir nuestra alma, a fin de que toda la tierra sea
llena del conocimiento de Dios.
Fortalecidos en el hombre
interior
Este capítulo
que acabamos de leer tiene una íntima relación con Efesios capítulo 3:14-19.
Vamos a leer. «Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para
que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder
en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en
vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis
plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la
longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede
a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de
Dios».
Existe una
relación entre la visión de Jacob y Efesios capítulo 3. Jacob vio la Casa. Jacob
tuvo una visión maravillosa, la visión de la casa de Dios, del misterio de
Cristo, y Pablo, en el Nuevo Testamento, parece tener la misma visión. Lo que me
llama la atención es que hay dos componentes importantes en la visión de Jacob,
y que uno está relacionado con el otro. Si en el Nuevo Testamento nosotros no
conseguimos hacer esa relación, no se cumple el verso 19 del capítulo 3 de
Efesios, que dice: «…conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento,
para que seáis llenos…». Casa no es suficiente para Dios, casa llena
sí.
Entonces,
Jacob tiene la visión de la Casa, de Bet-el, y también tuvo la visión de la
escalera. ¿Y después, qué hizo él? Hizo negocios, se centró en su alma. Eso,
después de haber visto la casa de Dios, después de haber declarado que aquella
era puerta del cielo. Él mismo vio que había una relación entre el cielo y la
tierra. Los ángeles subían y descendían, y el Señor estaba a la cabecera de
aquella escalera. Él vio todo eso. ¿Eso les llama la atención a ustedes? Porque
nosotros vimos muchas cosas también…
El asunto es
el siguiente. Si hay relación entre la Casa y la escalera, vamos a tener la Casa
–y de hecho, ya tenemos la Casa, porque eso es algo que Él consumó en la cruz–.
Sin embargo, el asunto es cómo será que esa Casa sea llena. Esa Casa sólo puede
ser llena a partir del fruto de nuestro relacionamiento con él.
Entonces, lo
que Pablo está diciendo aquí en el capítulo 3 es que primero necesitamos «ser
fortalecidos en el hombre interior … según las riquezas de su gloria». No, no es
con modelos externos; no es con doctrinas y cosas superficiales. Es «según las
riquezas de su gloria», que seremos llenos en el hombre interior. Y a medida que
el interior es lleno, entonces, por la fe, comienza a ser alcanzado nuestro
corazón y toda nuestra alma.
Y a medida que
vamos arraigándonos en esa tierra llamada Cristo, con raíces fuertes, dice el
verso siguiente: «…seáis plenamente capaces de comprender con todos los
santos…». Si Dios no trabaja en nuestra alma desde el espíritu, nos vamos a
quedar contentos apenas con las reuniones alegres, nos vamos a dar abrazos sólo
cuando entonamos aquellos cánticos que nos invitan a ello. Pero cuando salgamos
de esa puerta hacia afuera, si aquel hermano me pisó un dedo, se acabó la
comunión.
Dios no está
engañado en relación a la edificación de su Casa. Y cuando él le da una causa a
Pablo, por el Espíritu Santo, él sabía lo que estaba haciendo. Pablo sabía lo
que estaba hablando. Si no somos fortalecidos en el hombre interior, vamos a
tener una hermosa visión, la visión de la casa de Dios, así como la tuvo Jacob.
Pero después, él se fue por su propio camino.
Ese camino
puede ser dentro de la propia iglesia. No estoy diciendo que nos vamos a desviar
del camino; pero es posible que se pierda el libro en la propia casa. Vamos a
tener cuidado, hermanos. Mi oración en esta hora es que el Señor nos dé ojos
abiertos no solamente para ver la Casa.
No es
suficiente tener visión de la iglesia; necesitamos subir la escalera del
relacionamiento con Dios. Él está en la cima de la escalera. Tal como en el
Antiguo Testamento había que subir al monte y quedarse allá, como dijo Dios a
Moisés, así en el Nuevo Testamento, necesitamos subir la escalera de
relacionamiento con Dios.
Estamos
hablando de la iglesia; no estamos hablando de un individuo. Si estuviésemos
hablando de un individuo, todo estaría resuelto. Tenemos muchos hermanos
espirituales entre nosotros; pero el desafío no es ése. El desafío es que todos
crezcamos juntos. No importa si hay sólo una persona espiritual entre nosotros,
o si hay quince espirituales.
A veces nos
enfocamos en los espirituales. Fijamos nuestros ojos en ellos, observamos cómo
ellos andan, cómo se sientan, cómo cruzan las piernas, si usan barba o si no
usan, si son flacos, si son gordos. Ese es nuestro moldeamiento. Sin embargo,
Dios no está preocupado por eso. Nada, nada. Si usan barba o no, si son gordos o
flacos, si son altos o bajos, si tienen ojos azules. No. Dios está interesado en
un Cuerpo edificado para gloria de su nombre. ¡Bendito sea el nombre del
Señor!
Que el Señor
nos dé visión para ver que él quiere un Cuerpo edificado para su nombre, porque
esa fue la expresión del Padre: «Un rey quiso –el Rey es él, el querer es el
propósito eterno de él– hacerle bodas a su hijo». Las bodas, somos nosotros con
él, con el Hijo. Nosotros somos una viuda de marido vivo. Somos la iglesia de
Cristo, un vaso para contener su plenitud.
Dios no será
glorificado, hermanos, si tú y yo no nos levantamos en la gracia de Dios, y nos
arremangamos las mangas, por la fe, no por nuestra propia fuerza. Queremos
avanzar por la fe en Él, en el Señor de los ejércitos. Él está con nosotros; él
es el mayor interesado en este asunto. Él no se va
a apartar de su línea de eternidad a eternidad en su proceso con
nosotros.
No vamos a
dejar pasar nuestro tiempo, hermanos. Vamos a estar ahí, en la edificación de la
casa de Dios. Dios les bendiga, hermanos.
Síntesis de un mensaje impartido en
el Retiro de Sasaima (Colombia), en Julio de 2008.
***
|
Fonte: http://izaizabell.wordpress.com/2011/05/30/voce-e-o-que-voce-%e2%80%9ccome%e2%80%9d/
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